La Sociedad de la Nieve y el Camino a un Nuevo Paradigma Inclusivo
Todos los días son un desafío nuevo. Se nos ha educado y acostumbrado a vivir en un mundo de certezas e inmovilidad de las cosas. Pero la incertidumbre es lo único real, así como lo señala la primera ley del Principio Básico de la Incertidumbre de Heisenberg. Uno no tiene cómo saber qué pasará en un instante más. Por ende, aunque parezca a primera vista un caos, se te abren las puertas para que todos los caminos se hagan posibles.
En este momento nuestro cotidiano nos parece ser caótico e incierto, y eso permite que se nos abran las puertas para que todos, desde una conciencia colectiva conectada con el amor y el ecosistema, genere un mundo más amigable.
Estamos aproximadamente a un mes para que se cumplan 47 años del Milagro de Los Andes, y acercándonos a la época de navidad vale la pena recordar aquella epopeya y sacar las enseñanzas necesarias en esta época tan convulsionada que estamos viviendo.
Era un 12 de octubre de 1972 cuando un avión con 45 personas cayó en la Cordillera de los Andes. Los pasajeros lo componían, en su mayoría, jóvenes de no más de 21 años de un equipo de rugby que venían a Santiago a un campeonato. Entre los que fallecieron en el acto, y otros que entre lesiones y congelamiento fallecieron a la semana de aquel día, quedaron 27 sobrevivientes.
Aquel fue el panorama inicial. Jóvenes, sin ninguna experiencia en montaña, con apenas algo de ropa para un fin de semana, que de un instante para otro tienen que empezar a organizarse de la nada. Aquel que estaba en primer año de Medicina fue designado médico. Aquel que estaba estudiando ingeniería fue responsable de recomponer el equipo de transmisiones del avión, y así se fueron distribuyendo las tareas. Cada uno fue adoptando una nueva misión en esta sociedad de la nieve. Lograron reparar algo de la radio con la cual sólo podían escuchar, no comunicarse, y es así como al décimo día se enteran de que las misiones de búsqueda se daban por terminadas, dado que por las condiciones de altura y clima era imposible que alguien sobreviviera.
Después de 16 días de la tragedia llegó otra y fueron víctima de un alud en el cual resultaron muertas otras 8 personas. Y esa fue la situación, sin alimentos, sin ropa adecuada, sin comunicaciones, que estos 19 restantes decidieron sobrevivir para poder volver al hogar. La historia es conocida por todos.
Estos jóvenes tuvieron que organizarse como lo habían decidido. Tres de ellos fueron en búsqueda de ayuda y durante un poco más de 50 días, todas las tareas diarias estaban destinadas a la sobrevida y preparar lo necesario para el viaje. Al final, a los 72 días después de la tragedia, y haber tomado el camino más largo y complejo, 16 de ellos llegaron a destino.
Los diarios sensacionalistas de la época rescataron de aquel hito, el hecho que se habían alimentado de carne humana, cuando la decisión y lectura de aquel evento es que tuvieron que decidir temas que hasta el día de hoy son un dolor de cabeza para nuestra sociedad: la donación de órganos, que los órganos de aquel que muere puedan seguir sirviendo para que otros puedan vivir. Llevado a nuestra realidad no hay otro camino posible que el diálogo y actuar en conjunto. Dios no nos puso en esta vida para morir, si no para vivir.
Allá arriba también tuvieron que aprender a comunicarse con lo mínimo, ya que todo significaba gasto de energía, y por ende de alimento. La palabra tuvo que ser precisa para no desgastarse en discusiones. El tono bajo, para no tener que alzar la voz, y así estos jóvenes tuvieron que aprender a dialogar y escuchar. Muchos de ellos tuvieron la necesidad imperiosa de estar en comunión con sus familiares en Uruguay, y viceversa.
De la nada surgió ese inconsciente colectivo, y a la misma hora los familiares en Uruguay y los perdidos en la cordillera miraban la luna sabiendo que era lo único que los conectaba en ese momento en el aquí y ahora. La luna era el vínculo. El llamado Milagro de Los Andes es eso, una epopeya de lo humano. Cómo, de la nada, tienes que volver hacer todo, las reglas a las cuales estaban acostumbrados cambian, y tienes que ver cómo buscas nuevas formas de vida y organización para sobrevivir.

El sistema imperante trata con todos sus recursos eliminar los rastros de la diferencia que da sentido y lugar a una comunidad hablante. Ahí, nuevamente está el ejemplo de estos uruguayos que siempre mantuvieron su voluntad de luchar ante las adversidades.
Se genera desde esta comunión el encontrar recursos desconocidos, de adaptación a los cambios, de afrontar desafíos, de amistad, solidaridad, de lucha para salir adelante en medio de la desesperación. Así, una perspectiva de la vida se abre ante nuestros ojos.
A eso apela esta etapa que estamos viviendo y nuestra visión de la salud. El Intersomos, crear una comunidad donde cada uno, desde sus diferentes saberes, aporte a un bien común que es la vida digna. Ahí la medicina biorreguladora y, en particular la Terapia Neural como terapia que estimula la Eco-Auto-Organización, surge con toda su fuerza. La Terapia Neural, nacida de la ciencia ortodoxa, ha sabido nutrirse de la filosofía, la poesía, y las culturas ancestrales para darle sentido al mundo que nos toca vivir. Estamos en ese cambio de paradigma, haciéndonos andar a un mundo donde uno más uno son dos y mucho más que dos.
Allá arriba, estos uruguayos dejaron algo tras ellos: secretos, confidencias, risas dentro de la desgracia, y la enseñanza de la Sociedad de la Nieve. Nosotros tenemos que rescatar ese valor humano que hace que organizándonos y plasmando nuevas ideas, somos capaces de imaginar y llevar a cabo hitos que están al alcance de la mano.