Fibromialgia en pandemia
Hace casi un año publicamos un artículo sobre Fibromialgia, como respuesta a una serie de consultas que recibimos y a la visita de muchos pacientes que viven con este síndrome, y que lamentablemente han sufrido la falta de comprensión del problema.
Hoy, a poco más de un año en que empezamos a vivir la situación de pandemia, se pone aún más de manifiesto la necesidad de atender ciertas enfermedades o síndromes que en la “normalidad” son motivo de segregación.
Con aquel día donde de un momento a otro se quebró nuestra “normalidad” y comenzamos con cuarentenas, suspensión de clases, cierre de lugares de encuentro, sumado el exceso de teletrabajo y reuniones zoom, quisimos preguntarnos cómo esta “nueva normalidad” afecta, resalta, o pone más a la luz que nunca ciertas enfermedades o síndromes que hasta hoy no comprendidos cabalmente.
La fibromialgia es un síndrome que se ha difundido demasiado y, como suele suceder con el exceso de información, entramos en la banalización. Tanto así que es auto diagnosticada por las mismas personas y por los médicos, que a su vez se ven sobrepasados con un conjunto de síntomas dispares e inciertos y ponen rápidamente la etiqueta de “Fibromialgia”. Nos olvidamos frecuentemente de la individualidad y singularidad de cada uno de nosotros.
Demás está recordar por que para nosotros la historia clínica es tan importante como la Historia de Vida de la persona. Es decir, cómo, cuándo y por qué el organismo tuvo necesidad de gestar ciertos síntomas o signos para seguir adelante. También hemos ido, desde la Medicina, poniendo diferentes nombres a conjuntos de síntomas que lo único que hacen es hacer más confuso el panorama. Así a esta misma Fibromialgia la hemos denominado: Fatiga Crónica, como si hubiéramos nacido cansados; Polimialgia; Artropatia Idiopática; Polimiositis, etc.
Más allá de los mecanismos fisiopatológicos estudiados que han permitido tener una aproximación de lo que es la Fibromialgia, vale la pena profundizar en el sistema nervioso autónomo y cómo éste reacciona a estímulos exteriores. A partir de ahí se va adaptando a nuevas situaciones de vida.
La respuesta al estrés por parte de nuestro sistema nervioso siempre ha sido la misma: atacar, huir o congelarse. Lo que cambian son los estresores que provienen del exterior y estos son principalmente dos: los estresores de Alta Frecuencia y Baja Intensidad y están los de Baja Frecuencia y Alta Intensidad. Y bien, hoy en día en esta nueva situación que estamos viviendo se han conjugado estos dos factores simultáneamente y en el cotidiano estamos enfrentados a estresores de Alta Frecuencia y Alta Intensidad, para los cuales como seres biológicos no estamos preparados.
La incertidumbre del mañana, el exceso de información que se transforma en desinformación, el hambre, los problemas laborales entre otras, no solamente nos están fraccionando como sociedad, sino también están haciendo revelarse, exponerse, vislumbrarse situaciones de salud en cada uno de nosotros, y que no son más que adaptaciones que nuestro organismo, sin previo aviso, ha tenido que modificar.

Frente a estos cambios, nuestro organismo tiene que generar adaptaciones neurológicas que implican cambios hormonales e inmunológicos. Ante los estresores sostenidos en tiempo y espacio, nuestro sistema enciende sus mecanismos de alerta:
Baja bruscamente la melatonina, ya que ante el peligro que interpreta nuestro cerebro, lo que menos interesa a nuestros sistemas de conservación es dormirse, ya que dormirse significa muerte. Por ende, andamos con el sueño liviano o directamente nos afecta el insomnio. Si baja la melatonina, automáticamente sube y se incrementa la hormona del estrés: el Cortisol, esta hormona nos hace estar alerta, listos para una respuesta que como ya vimos siempre son las mismas: atacar, huir o congelarse.
Estas tres respuestas implican gasto de energía, y por ende, aumenta la Insulina que provoca que empecemos a subir nuestra ingesta de hidratos de carbono como manera de tener energía disponible de manera rápida. Sin embargo, como no se genera gasto, ya que estamos encerrados en casas, oficinas frente a una pantalla, estas calorías se transforman en grasas lo que conlleva el aumento de peso que todos hemos constatado en este periodo.
Si estas hormonas se mantienen en el tiempo implican a su vez un aumento de la Histamina, que hace que andemos más irritables e intolerantes ante los otros y hacia nosotros mismos.
En definitiva, es una tormenta perfecta donde el sistema nervioso, hormonal e inmunológicos se ven desbordados y erráticos. Así, desde la singularidad de cada uno, vamos manifestando ciertos síntomas que para algunos ya son conocidos: dolores musculares que van cambiando de lugar e intensidad, problemas de concentración, trastornos del sueño, desánimo, problemas de memoria, alteraciones digestivas, ansiedad, sensación de hormigueo en brazos y/o piernas, fatiga extrema que desde el amanecer nos dificultan nuestras actividades cotidianas.
Fácilmente, algunos ya reconocen una exacerbación de los síntomas de la fibromialgia, y para otros son síntomas totalmente nuevos. Sin embargo, no son más que síntomas de un organismo colapsado. Esta nueva situación de pandemia vino a mostrarnos de una manera muy abrupta lo que significa para todo organismo vivo este estrés prolongado en el tiempo. Esto que vivimos como un cambio en las reglas del juego.
Desde nuestra mirada, sin ignorar que el momento actual exige ciertas normas de distanciamiento, de cuidado con mi entorno y la comunidad, es un momento de mirar, cuestionar y optar por la forma de vida que hasta ahora hemos llevado y hacia dónde queremos ir. De los finos equilibrios de los ecosistemas depende nuestra supervivencia como seres y especie.
Hemos ido por la vida fragmentados y fragmentando. Divididos y dividiendo. Clasificados y clasificando. Estereotipados y estereotipando. Y así estamos. Nos parecía lógico, evidente y fuera de cuestionamiento que si nos dolía una rodilla teníamos que ir al especialista en rodillas. Si estamos decaídos, al especialista en psiquis. Pero nos estamos dando cuenta que es imposible entender las partes sin tener el contexto y una comprensión del todo. El que enferma en uno, no es solo una parte, es el todo. Nadie se pregunta qué siente un hígado, un corazón, un riñón, cuando nos duele la cabeza. Sin embargo, cada órgano o sistema expresa los síntomas a su manera. Un hígado es imposible que manifieste un dolor articular, el lo hace haciendo una hepatitis o un hígado graso. Todo órgano se expresa a su manera, pero todos en su conjunto están manifestando el mismo desequilibrio.
En nuestra clínica entendemos al paciente desde sus distintas dimensiones. El Intersomos, es un conjunto de saberes que están al servicio de nuevas formas de vida y salud.
En el caso de la Terapia Neural, nos ayuda a buscar las zonas de nuestro organismo que están gatillando una dolencia para así poder fomentar ciertos estímulos neural terapéuticos que den espacio a mejores estados de salud. Esto toma aún más fuerza entendiendo que el sistema nervioso es el jefe de orquesta del conjunto de órganos que forman nuestro organismo.
La Terapia Ortomolecular, por su parte, nos ayuda a facilitar al organismo niveles óptimos de minerales, vitaminas y aminoácidos requeridos para darle la materia prima necesaria para generar los cambios requeridos. Un albañil sin ladrillos difícilmente puede hacer una casa. La Osteopatía, desde su conocimiento de relaciones osteo-musculares-viscerales, nos permite soltar interferencias que intensifican estados de salud patológicos. Y por último, la Experiencia Somática nos muestra como el aquí y ahora de nuestras dolencias son una manifestación de una vida de traumas que son necesarios sanar.
