El Legado del HIV y Coronavirus
En la década de los 80 y 90 se extendió la epidemia del HIV, y rápidamente se intervino mediante el miedo e información. “El SIDA mata”, se repetía cruelmente. Primero hubo que saber cómo se transmite el virus y cómo no se transmite. Cómo cuidarse y cómo cuidar.
Pero el miedo y la información no bastan, carecen de valor al no tener en cuenta que las personas, grupos sociales y sociedades tienen sus valores, prácticas, costumbres, códigos y comparten distintos sentidos comunes. Y esos sentidos compartidos pueden hacer que todas las medidas preventivas se vuelvan difíciles o imposibles de aplicar. El temer, saber y modificar códigos y sentidos no alcanzan, sirven tan sólo para sortear una crisis.
Con el coronavirus no tenemos que caer en la discriminación sistemática que hubo con el SIDA. Tenemos que entender que la vulnerabilidad es social, estructural y no solamente individual. La respuesta ante esta pandemia tiene que ser multisectorial. Ojalá entendamos que, en este caso, la distancia física es hoy cercanía social. Esto va más allá del coronavirus. Estamos hablando de temas de equidad, solidaridad, ecológicamente solidarios. Nadie se salva en la soledad.
Ahora, lo más probable es que se venga la cuarentena, muchos ya están en sus casas. Esto significa un gran cambio en las rutinas. El encierro produce estrés por una situación, que en este caso que no se elige y no se sabe cómo manejar. La percepción del tiempo transmuta, el presente se vuelve pesado, tedioso, como la sensación de un lastre ante la falta aparente de futuro.
Encierro, cuarentena, tiene una connotación negativa. Nos imaginamos una cárcel, un cuarto oscuro, un asilo sin capacidad de movernos ni hacer nada. La cronobiología en esto es esencial. Ante este cuadro es bueno promover ciertos hábitos para mejorar la actitud física, psíquica y emocional, y que esta cuarentena forzada y solidaria no comprometa nuestra salud.
Tenemos que tomar sol, abrir ventanas y respirar. El sol en sí es un excelente antidepresivo; colabora en la síntesis de la vitamina D que ayuda al sistema inmune. Es necesario moverse todo lo que podamos. Si nos quedamos quietos, tarde o temprano el cuerpo sentirá el efecto con dolor o sensación de ahogo.

Respetar los horarios, no durmamos más ni menos. El sueño justo y necesario es como un padre nuestro, fundamental para mantener nuestros relojes biológicos en su justa frecuencia. En base a ellos, cada hormona sabe a qué hora tiene que empezar y dejar de funcionar.
El estrés fue creado para ayudarnos a afrontar con éxito situaciones extremas. Es una respuesta normal del organismo, pero suele suceder que se vuelve crónico, como es esta situación de pandemia. Con el estrés crónico, cuerpo y mente se resienten y nos lleva a síntomas de ansiedad y depresión. Por eso tenemos que sacar recursos de lo que nos hizo humanos: la creatividad y la posibilidad de idear estrategias que nos ayuden a llegar a buen puerto. El viento siempre sopla para donde tenga que soplar, en uno está de poner bien las velas para llegar a buen puerto.
Apelemos a la música. Cabe recordar qué canciones escuchábamos cuándo chico, cuando adolescente, qué canciones quiero compartir con mis cercanos. Al igual que con la lectura. Por qué no leer un comic, o textos que nos evoquen situaciones positivas y alegres. Con otros miembros de la familia o sólo puedes utilizar tutoriales en internet y seguir una rutina de ejercicios.
Para poder calcular el tiempo nuestro cerebro debe medir eventos. Si no tenemos una rutina y nos quedamos tirados en el sofá viendo televisión el entorno se pone homogéneo y, por ende, el tiempo se alarga. En cambio, si tenemos tareas y actividades que vamos planeando, el tiempo transcurre más rápido. Es lo que nos suele pasar cuando estamos entretenidos y ahí hablamos que “el tiempo se nos pasó volando”.
Al igual que las vacaciones, o viajes, suelen pasar más rápido, ya que tenemos hitos que contar y dar testimonio de vivencias. He aquí un truco: organizar y planificar con horarios bien estipulados el día que viene. Es una manera que tenemos para que nuestro cerebro se prepare y subjetivamente el tiempo pase más rápido, y no dejarse inundar por el tedio. Haz de tu cerebro tu aliado.
El encierro tiende a potenciar todos los síntomas que solemos tener. Es como que no hay distracciones para evadir lo que sentimos o pensamos. En ese sentido, la cuarentena funciona muy bien para esta pandemia, pero poco ayuda con nuestras estructuras mentales. Este aislamiento, la convivencia con la familia, la incertidumbre económica para la cual nadie en nuestra sociedad está preparado, sólo son terreno fértil para la angustia. Para eso tenemos que apelar a las redes virtuales, comuniquémonos: Skype, WhatsApp, video llamadas. O como antaño, un sencillo llamado telefónico.
La prioridad en este momento es el coronavirus, pero si nuestro día a día se transforma sólo en coronavirus nos habremos perdido esta oportunidad que se nos da de repensarnos, de pensar en el mundo que queremos dejar a nuestros hijos, nietos, amigos; a soñar que otro mundo es posible. Ver noticias, no más de dos veces al día, llega a ser más peligrosa la infodemia que la pandemia.
Dada la contingencia, evaluaremos a diario la atención con nuestros pacientes para responder a sus requerimientos y continuar con sus respectivos tratamientos. Desde la consulta seguiremos conectados a través de diferentes canales. Todos sus llamadas serán contestadas, sus mensajes y comentarios. Acá, desde este lado, estaremos los de siempre en InterSomos.
De corazón, les pedimos no desesperar. Aquí estaremos, comuniquémonos.