Coronavisión o el Dilema Ético
En nuestra formación de médicos o profesionales de la salud, se nos enseña a aliviar síntomas y malestares; entendiendo el organismo como un conjunto de órganos sin una mirada integral y sistémica. Desde nuestra propuesta actual de salud, apuntamos a interpretar la dolencia desde la particularidad de cada persona, donde no sólo confluye la biología, sino también la singularidad e historia de vida de nuestros pacientes.
Ahí nuestro rol es fundamental, pues si sabemos “leer” a quien ha llegado a nosotros podemos acompañar en sintonía y generar en el otro un proceso real de autoconocimiento profundizando, en conjunto, el origen de la enfermedad.
Esta crisis actual debe dar inicio a una verdadera revolución a nivel interno, donde perfectamente pueden convivir las nuevas tecnologías y valores tan antiguos que le dan sentido a lo humano, debemos volver a encontrar el camino de valores éticos en armonía con nuestro ecosistema.
La ciencia y la tecnología que cada vez nos ayuda más en diagnósticos y tratamientos deben estar al servicio de la salud, la prevención y la conservación y no solamente como meros fines económicos lucrativos.
Con esta pandemia aparecida a finales de 2019, los sistemas de salud han respondido con diferentes estrategias y resultados similares, pero siempre con el mismo foco que ha caracterizado a la Medicina en los últimos 100 años.
Nos dedicamos a tratar los síntomas, la tos, la temperatura, la dificultad respiratoria, con el fin de rehabilitar al paciente para que camine y trabaje nuevamente. Poco estamos haciendo en aras de la prevención y saber comprender en profundidad lo que el coronavirus viene a transmitir. Cabe preguntarse, por ejemplo, si nuestro modelo de desarrollo no ha sido un virus ya crónico para nuestro planeta.

Hoy en día, nos vemos paralizados en nuestra cotidianidad por un virus largamente conocido por la ciencia. Qué hubiera sido de un virus con estas características, pero con tasas de letalidad como el MERS del 2012, cuya tasa era del 35%, o un virus como la Viruela que provocó que aproximadamente el 30 % de las personas afectadas fallecieron y que, en tiempo de la Conquista, erradicaron comunidades enteras.
Vemos a diario en los diferentes medios de comunicación y redes sociales la carrera que hay detrás del descubrimiento de una vacuna que supuestamente nos hará volver a la “normalidad”. Estamos asistiendo a una verdadera info toxicidad que se ve exacerbada por nuestros propios temores frente a la incertidumbre.
Pensemos sólo que la vacuna de la Influenza anual, tienen una efectividad de aproximadamente el 45 % y, virus como el HIV o la Malaria no han tenido vacunas para ofrecer a pesar de medio siglo de investigación.
Visto en una mirada integrativa, esta pandemia de coronavirus es un gran experimento que más allá de la posibilidad que da la ingeniería genética para fabricar una futura vacuna, eso no bastará. Vendrán un sinfín de nuevas epidemias y sencillamente no habrá una vacuna para cada una.
Teniendo en cuenta todas estas variables, es necesario avanzar hacia una medicina Preventiva, Participativa y Propositiva (Parte de nuestras 5P).
Tenemos un sistema inmune de millones de años de evolución, capaz de haber transitado a lo largo de la historia con más éxitos que derrotas. Ahora, este sistema inmune requiere de un fortalecimiento constante, lo que llamamos InmunoNutrición.
Otra pieza fundamental de este engranaje de la inmunidad, es que gran parte de órganos como hígado, sistema linfático, intestinos y riñones deben estar lo menos cargados de tóxicos posibles. De ahí que nuestras terapias de desintoxicación son claves en esta propuesta de Fortalecimiento del Sistema Inmune.