Coronavirus: Una puerta a la Auto-Eco-Regulación
El coronavirus, es un virus descrito por primera vez en seres humanos en los años 60. Causando, en general, cuadros respiratorios leves, y en personas vulnerables (enfermos crónicos, mal nutridos, ancianos) puede causar complicaciones más importantes.
Tiene un índice de mortalidad del 2,3 %. Índice bajo, y asociado a personas de riesgo.
Nuestros abuelos solían decir que para los resfríos hay que tomar vitamina C. Por una mutación genética perdimos nuestra capacidad de sintetizar vitamina C, pero la naturaleza dotó al cerebro, las glándulas suprarrenales y a los glóbulos blancos de bombas específicas que se dedican a acumular vitamina C en estas células. O sea, los 3 órganos directamente relacionados con situaciones de estrés.
La biografía y la literatura médica han confirmado la eficacia de la vitamina C ante enfermedades infectocontagiosas. Como por ejemplo, la epidemia de Poliomielitis en Carolina del Norte, en 1948. Allí, las infecciones por virus se trataron con altas dosis de vitamina C -entre 6 y 20 gramos por día-. Las fiebres hemorrágicas, como Ébola (cuyo índice de mortalidad oscila entre el 60 y 80 %) y Lassa se asocian a faltas graves de vitamina C que producirían un escorbuto agudo.
En una ingesta suficiente, la vitamina C tiene propiedades antihistamínicas, antitoxinas, antibióticas y antivíricas. A pesar de esto, la industria farmacéutica ha desarrollado verdaderas batallas para desprestigiar el uso de un nutriente que sencillamente no puede patentar. Esto, ya que por leyes internacionales no se puede patentar algo que de por sí da la naturaleza.
La vitamina C, hasta ahora no ha demostrado tener efectos adversos, ni contraindicaciones. Sin embargo, no está en los consejos de la OMS para evitar efectos de epidemias y enfermedades infectocontagiosas. Nuestro consejo es asesorarse para ver cuál es la cantidad óptima de cada uno. Lo único seguro es que dicha dosis es mucho más alta que la CDR.
La Vitamina C es segura, no se le ha encontrado una dosis tóxica porque aparentemente no la tiene. En nuevos textos científicos que se están publicando incluso se la denomina “Hormona Anti-Estrés”
Hablando de estrés, estas alertas lanzadas a nivel global tanto en los diferentes gobiernos e instituciones internacionales permite adoptar medidas de excepción por “razones de salud y seguridad pública”, creando una sensación de pánico permanente en las poblaciones. A esto se agregan las excepciones adaptadas por situaciones de terrorismo y también burbujas financieras que estallan y crean cesantía, endeudamiento y por ende mas estrés.
Ante el estrés se activan nuestras amígdalas cerebrales, que forman parte de nuestro cerebro más primitivo (El Cerebro Reptiliano). Al activarse, estimulan a las suprarrenales para que secreten más adrenalina y cortisol. A la par crean una sustancia que disminuye la irrigación sanguínea de nuestros lóbulos frontales, lo que produce que disminuya nuestra capacidad de razonamiento, discernimiento y nos sintamos abrumados. Obviamente, el cerebro se está preparando para un mecanismo de lucha/huida. Estas situaciones se acumulan debido a las capacidades de bacterias y virus de poder provocar enfermedades. Una razón más para el aumento en el consumo de la vitamina C.
Dicho de paso, las grandes cantidades de adrenalina no utilizadas por el organismo se van oxidando, produciendo adrenocromo, que a su vez es causante de psicosis. Una vez más, quien evita esta oxidación es la Vitamina C.
Obviamente tenemos que cuidarnos de éste y otros microorganismos, pero ante todo debemos cuidarnos del miedo: el miedo que paraliza, nos aísla, nos pone a desconfiar del otro. Es fácil caer ante estos pánicos fomentados en conductas irracionales. En los 80’s, con el surgimiento del HIV, se aconsejaba no dar besos, tener sexo era peligroso. Incluso se llegó a aconsejar poner microfilm entre un cuerpo y otro cuando se tenia sexo. Hace una semana, en Argentina, un despachador entró a un comercio de un chino y le dijo “¡Hola coronavirus!”, lo que pareció una broma de mal gusto, terminó en una discusión a golpes.
Mirando un poco más allá de esta epidemia actual, tenemos que ver que detrás de estas alertas hay juegos económicos y políticos inconmensurables. Es difícil entender y ver cómo diferentes países han destinado millones de dólares para estar “preparados” para cuando llegue el virus, siendo que no hay dinero suficiente para comprar gasas para las cirugías periódicas, no hay insumos, ni medicamentos disponibles para enfermedades crónicas.

Otro ejemplo, en España se suspendió el Congreso Internacional de Móviles, con excusa del virus. Un país donde sólo se han reportado 83 casos, ninguno mortal ¿No será que el propósito final era que China no presentará su tecnología 5G, para la cual EE.UU. y Europa no están preparados? En realidad, desde el fin de la Guerra Fría, por primera vez EE. UU., tienen un verdadero enemigo: China. Este fin de semana se confirmó la primera muerte en Estados Unidos, y la reacción primaria es cerrar las fronteras con Irán y México, que apenas tiene 4 casos de contagio.
El Ébola permitió cerrar las fronteras mediterráneas de Europa. El discurso fue que no se podían abrir por razones sanitarias, no por temas humanitarios. En Italia se toman medidas frenéticas e irracionales injustificables como suspensión de actos culturales, reuniones religiosas o privadas, suspensión de clases, prohibición de entrada o salida en ciudades donde se han presentado casos de coronavirus. Eso, a pesar que el CNR (Centro nacional de Investigación de Italia declaró que “no existe ninguna epidemia en Italia, la infección según los datos epidemiológicos disponibles hoy en día sobre decenas de miles de casos, provoca síntomas leves/moderados en el 80 a 90 % de los casos. Solo el 4% de los afectados requieren hospitalización”.
La otra faceta interesante que hay detrás de esto y ,que es una cifra no esperada, es que en estas 3 semanas de declarada la emergencia sanitaria por la OMS, China redujo un 25% su huella de carbono. Obviamente es una reducción temporal, pero también cabe preguntarse ¿No será una sabiduría más de nuestro planeta que ve en estas oportunidades la posibilidad de auto-eco-organizarse? Porque, como sabemos hasta ahora, a pesar de los desastres que está dejando el humano con la deforestación, el aumento de temperaturas, deshielo, entre otras, la atmósfera se las arregla y mantiene su concentración de oxígeno en un 20,9%.
El coronavirus no es el fin del mundo, pero sí la posibilidad de reflexionar en qué estamos y cómo llegamos a esto. De nuestra manera de vivir ¿Qué se esconde detrás de estas alertas que lo único que producen son pánico? En el mundo de la híper conectividad, estamos cada vez más aislados.